miércoles, 2 de abril de 2014

Los dientes se rompen, el corazón no

Siempre he pensado que el karma opera de curiosas formas, como el Jueves por ejemplo, que salí de lo más contenta de clase de dibujo a celebrar el día del teatro con mis compañeros. Era un día como cualquiera, no parecía que fuese a haber novedad, comencé con un poco de yoga, luego dibujé un rostro o un intento de rostro, más bien y me dirigí caminando, despacio, sin prisas hacia el "Auditorio del sur" donde esperaba pasarla muy bien y comer algo de helado.

El caso es que, de la forma más tonta que ustedes puedan imaginar, terminé con un diente partido y corriendo para urgencias cuando el evento ni siquiera había dado comienzo, y eso no es todo ¡No! ... Cuatro horas me zampé en la sala de espera, sí, créalo, cuatro horas para una urgencia odontológica. Y el pobre helado ahí, en el bolso, encerrado, derritiéndose, y yo ahí, parada, esperando, con hambre y sin poder comer, "Dios le da dientes a quien no tiene pan", yo no tenía diente, ni tenía pan.

Pero ¿Saben qué? ¡Qué va! Desde que uno no tenga roto el corazón y el alma, que se rompa todo lo demás. Dientes rotos, huesos rotos, ropa rota... Todo eso tiene solución, pero cuando se les rompan los sueños, cuando se les quiebren las ilusiones, ¡Preocúpense! Porque eso sí que es grave y difícil de corregir. Así que brinquen, bailen, canten, jueguen; que como dicen por ahí "El cuerpo es tu instrumento, muévelo como se te dé la gana".





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