sábado, 12 de abril de 2014

Redescurbir la belleza del mundo y la fealdad de la humanidad

Hace unos días fui a una cita con el oftalmólogo, que en realidad resultó ser una oftalmóloga. Me diagnosticaron miopía y astigmatismo, lo que quiere decir que mi ex tenía la razón cuando me decía que estaba demasiado ciega como para ver con claridad, ¡Tan sabio él!.. El caso es que hoy en la tarde fui a recoger las dichosas gafas, de las que por cierto me enamoré, no precisamente a primera vista, pero sí después de besar muchos sapos y de ver una y otra vez marcos y marcos pasar por mi rostro y enmarcar mi ovalo perfecto (según mi profesor de dibujo), para bien o para mal. Mayormente para mal.


En fin, la cuestión es que al colocarme las gafas pude volver a ver el mundo con claridad, creo que ya había olvidado como era, me parece increíble que hayan personas que puedan ver tan nítido sin ayuda de nada. Lo que puedo decir ahora que veo en alta definición es que he podido redescubrir la belleza de la naturaleza. Ver desde lejos las texturas de las montañas, el movimiento de las hojas con el viento y la figura de las vacas que por años estuve "viendo" a través de mi ventana como tan sólo un par de manchas blancas y negras, no tiene explicación, es hermoso, ¡No! Más que hermoso, no existen palabras para describir la magnificencia de la naturaleza, cualquier intento del hombre por copiarla es absurda, se queda chica.


No obstante, no todo es positivo, ver claramente también saca a relucir la fealdad de la humanidad en todo su esplendor, y eso que estoy hablando sólo del exterior, de la fachada; si pudiésemos ver el alma posiblemente nos arrancaríamos los ojos como Edipo para no ver los horrores de la vida nunca más. La gente es fea, pero fea con ganas ¡De verdad! Tienen defectos sobre los defectos y los esconden detrás de capas que lo único que logran es afearlos más. Pero no se preocupen, que yo no me quedo atrás, no podrían imaginar el susto que me dio al verme en el espejo de la óptica, que aparte ¡Tiene aumento! Soy feisíma, usted también lo es, la humanidad entera es de lo más poco agraciado que la madre tierra ha tenido el desacierto de crear.



Cabe aclarar aquí, que el objetivo de este artículo no es bajarle la autoestima a nadie, mucho menos ser superficial. Simplemente nos queda bastante complicado competir con el resto de la naturaleza, el mundo inocente, puro, sin pecado original. Los árboles no necesitan maquillaje, los demás animales no necesitan de ropaje, el mundo natural, ese que estuvo antes que nosotros, es tan sublime que ni todos los cirujanos, artistas y científicos del mundo han podido, ni podrán nunca igualar la perfección de lo que ha sido creado por el universo o por Dios, eso ya lo dejo a su consideración. Lo único que nos queda es continuar nutriendo nuestra alma, poniéndonos muy bonitos en el interior, por que en el exterior mis queridos, ya perdimos la batalla. 


PD: Todas las imágenes han sido tomadas de internet sin ningún interés de plagio. 







miércoles, 2 de abril de 2014

El síndrome de las familias locas

En Colombia "el último grito de la moda" son las familias locas, núcleos familiares en los que todos quieren matarse con todos, las madres a los hijos, los padres a las madres y en el sentido contrario de una manera muy bella (como diría una muy famosa ex señorita Antioquia). Aquí nadie discrimina, no importa si usted es de clase alta o baja, si es joven o viejo, si es hombre o mujer, si es un “héroe de la patria” o un simple civil de a pie. Y eso que la gente todavía cree que los locos eran los Adams, no señor, las familias locas están en Colombia y visten a color.

Hace poco en clase de teatro, se trajo a colación un guión de Sergi Belbel, que viene perfecto al caso, la historia se desarrollaba en una casa como la suya o la mía, en la que una pareja de esposos discutía. Al principio todo parece normal, como una de esas tantas peleas maritales que todos conocemos o de las que hemos oído hablar, sin embargo, a medida que avanza el texto la cosa se va calentando, comienzan los reproches, los gritos, los insultos y ¡Bam! Un golpe por aquí y un par por allá.

Lo que Belbel tal vez no sabía, era que estaba retratando a la típica familia colombiana, en la que el marido, un señor muy respetable, posiblemente miembro de las fuerzas militares o de la “muy honorable” policía nacional, llega a su casa cansado, mamado de lidiar con tanto delincuente y lo primero que ve es a su mujer echada en el mueble, feliz de la vida viendo a Elenita Vargas en la pantalla chica. Es de esperarse que el macho dominante exija lo que han venido exigiendo los hombres colombianos desde siempre, que la mujer cumpla su “papel de mujer”.

Es entonces aquí, cuando estalla la batalla campal entre ambos, el hombre regaña, la mujer contesta, el macho golpea, la mujer retrocede y como en un juego de azar, la carta se le devuelve y la mujer, la sumisa, le apunta una patada contundente en toda su “virilidad”, ¡Pobre hombre trabajador! Ni más faltaba, llega a su casa en busca de comida hecha con amor y lo reciben a las patadas, “así quién no mata, quién no entierra, quién no descuartiza a punta de machetazos”…

Los dientes se rompen, el corazón no

Siempre he pensado que el karma opera de curiosas formas, como el Jueves por ejemplo, que salí de lo más contenta de clase de dibujo a celebrar el día del teatro con mis compañeros. Era un día como cualquiera, no parecía que fuese a haber novedad, comencé con un poco de yoga, luego dibujé un rostro o un intento de rostro, más bien y me dirigí caminando, despacio, sin prisas hacia el "Auditorio del sur" donde esperaba pasarla muy bien y comer algo de helado.

El caso es que, de la forma más tonta que ustedes puedan imaginar, terminé con un diente partido y corriendo para urgencias cuando el evento ni siquiera había dado comienzo, y eso no es todo ¡No! ... Cuatro horas me zampé en la sala de espera, sí, créalo, cuatro horas para una urgencia odontológica. Y el pobre helado ahí, en el bolso, encerrado, derritiéndose, y yo ahí, parada, esperando, con hambre y sin poder comer, "Dios le da dientes a quien no tiene pan", yo no tenía diente, ni tenía pan.

Pero ¿Saben qué? ¡Qué va! Desde que uno no tenga roto el corazón y el alma, que se rompa todo lo demás. Dientes rotos, huesos rotos, ropa rota... Todo eso tiene solución, pero cuando se les rompan los sueños, cuando se les quiebren las ilusiones, ¡Preocúpense! Porque eso sí que es grave y difícil de corregir. Así que brinquen, bailen, canten, jueguen; que como dicen por ahí "El cuerpo es tu instrumento, muévelo como se te dé la gana".